UNA MUJER TACNEÑA DEFIENDE SUS DERECHOS

 



“-Por orden del intendente, señor Palacios, haga bajar inmediatamente esa bandera-”, le dijo el oficial a la señora Basadre. –jamás- contesto la señora, con tono enérgico-. Ustedes que tienen la fuerza, si quieren, pueden escalar mi casa y arrancarla-”

La firmeza con la que defendió la bandera, la distinguida dama tacneña Olga Grohmann y Pividal no es solo la defensa de nuestro pabellón sino el de su dignidad como mujer y como tacneña. Sus palabras se guardan para siempre en el libro “Tacna, historia y Folklore”, de don Fortunato Zora Carbajal, y su valiente hecho en nuestras memorias. Ignoro si aún se enseña en nuestras escuelas su historia, pero guardo de ella el mayor valor de la mujer tacneña, el mismo que, personificada en doña Zoila Sabel Cáceres, provocará el 17 de mayo de 1900 un severo informe de la autoridad policial al intendente chileno, quien al no poder cumplir la orden de cerrar las escuelas peruanas informó: debo dejar constancia el tenor de lo expresado al suscrito por la señorita Cáceres: como peruana y tacneña, yo mantengo y mantendré abiertas las puertas y ventanas de esta escuela que dirijo. Dígale al señor intendente que la suscrita no se amilana ante la notificación y que si desea clausurar esta escuela que venga personalmente a cerrarla (La Chilenización de Tacna y Arica 1883-1929. Raúl Palacios)”.

A decir del precitado autor, fue la mujer tacneña quien ocupó el lugar de defensora de la patria: Expulsados los maestros, los sacerdotes y los periodistas fueron las mujeres quienes asumieron, voluntariamente y calladamente, la noble tarea de mantener vivo el espíritu y el fervor patriótico entre nuestros connacionales”.  

Fue ella quien, por cerca de medio siglo, puso el pecho por el Perú, y, quien, con su valor, logró el retorno de Tacna al seno de la patria; así lo perpetuó entres sus líneas don Guillermo Auza Arce: “Cuando evocamos ese pasado, se nublan nuestros ojos y se emociona el habla. Las mujeres tuvieron parte principal en la formación del carácter y en la gesta heroica de Tacna. A ellas mujeres tacneñas, se debió más tarde en horas de dura prueba, el triunfo. Quien quiera que ellas fueran, distinguidas y humildes, señoras del hogar o vendedoras del mercado, pobladoras de la ciudad o del campo” (El paisaje y el alma de Tacna”).

Hoy, 91 años después, la mujer tacneña sigue luchando por su libertad. Esta vez ya no lucha contra el ejército invasor o la autoridad chilena, lo hace contra el oprobio de la violencia, contra la estadística que revela que -a octubre del presente año- 111 mujeres han sido asesinadas bajo las características del feminicidio. Lo hace reconociendo que muchos de esos crímenes provienen de los hombres que ellas escogieron como pareja, o lo que es peor, de sus propios familiares. Lo hace porque sabe que es ella, la primera que debe salir a defender su vida, a cambiar su destino y forjarse un mañana. Lo hace porque ha luchado desde siempre y lo seguirá haciendo, porque al igual que Tacna, es fuerza y es luz.

La mujer tacneña lucha por la igualdad de sus derechos, su libertad. Lo hizo en el campo de batalla, en la ocupación y lo hace ahora. Conoce, además, que al igual que en el pasado, debe hacerlo bajo la bandera de la dignidad, de la inteligencia y la integridad. Sabe que para hacer valer sus derechos no necesita trastocar el derecho de los demás ni olvidar sus obligaciones.

Sabe que puede hacerlo sin la necesidad de alterar los monumentos, plazas o tan siquiera un pedazo de nuestra tierra, porque esta le pertenece, porque esta es la que defendió y defiende con valentía.

Hay quienes apuntan que el pañuelo en la mano de “Zela” y los carteles en su pecho no son una alteración permanente sino una forma de llamar la atención, de marketing leí; podemos estar de acuerdo en parte con ello; sin embargo, ¿cuál es el paso -o ejemplo- que damos para las demás generaciones? ¿Qué será lo que sigue?

Si una mujer permite que un hombre la golpee, quizás le está dando el mensaje que puede matarla a ella o a sus hijas. Si decimos que pegar un cartel y poner un pañuelo a un monumento de nuestra ciudad es algo insignificante, quizás el mensaje para mañana, sea que otro pueda venir a pintarlo, dañarlo o hasta derrumbarlo.

Protejamos nuestros derechos de la misma forma en que protegemos el de los demás. No minimicemos nuestros actos sino queremos que minimicen el de los demás. ¡Viva la mujer Tacneña! ¡viva libre de violencia!, como Tacna y el Perú lo merecen.   

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