POR QUÉ LEER EN EL PERÚ


Artículo publicado en el diario "Sin Fronteras" Edición Tacna. 

Leer proporciona un placer indescriptible en un lector asiduo, el olor de sus hojas -recién impresas- estimulan, no solo el sentido del olfato, sino la vida misma. Para un lector ver una fila de libros sobrepuestos, inconclusos, regados por todas partes de la casa es la razón de la vida. Leer, para algunos, es un placer. 

Aquel placer, resulta masoquista en el Perú, para el peruano común leer constituye  un flagelo de la vida, una ignominia, una tarea banal, el mayor de los suplicios. Nadie tiempo ni dinero para leer un libro, aquello es tarea de los estudiantes de secundaria, no de las personas ocupadas en solucionar los problemas de la vida. “Gente ociosa que está leyendo en vez de trabajar”, pueden pensar algunos.    

Según la Dirección del Libro y Lectura del Ministerio de Cultura, el peruano promedio lee menos de un libro al año. Calculándose que un peruano lee 0.86 de un libro en doce meses. El estudio afirma que los principales motivos en la falta de lectura entre nuestros compatriotas son: la falta de tiempo (70.2%), no le gusta leer (29.5%), emplea su tiempo en otra actividad (28.1%), tiene mala visión (16.9%), falta de acceso a libros (11.9%), analfabetismo (7.1%), precio de los libros (5,4%), no precisa/ tiene otros motivos (13.2%). (Tomado de la web de panamericana televisión). 

Aquella cifra resulta aterradora, “menos de un libro al año”. Pero el terror se eleva si contrastamos esta cifra, haciendo uso de las comparaciones que siempre son odiosas, con el resultado de cuanto leé un ciudadano finlandés, “casi 4 libros al mes”. Si, al mes. No leyó mal.  En pocas palabras, un finlandés leé en promedio 47 libros al año, 47 veces más que un peruano. Al ritmo que vamos, necesitaríamos 46 años para igual un año de lectura de un finlandés y casi una vida para igual tan solo dos de sus años.  

Quizás por ello los europeos nos visiten tanto, aquí nos encuentran en estado casi salvaje, sobre bases primarias, con una sociedad en desarrollo y, transitando los problemas que ellos estudian en sus libros como antecedentes históricos. Para dar un ejemplo, quizás algo extremo pero útil, como si usted visitara una comunidad “Asháninka” en la amazonia peruana. 

 Se ha preguntado ¿por qué los europeos han sido capaces de sobreponerse a dos guerras mundiales, mientras nosotros seguimos viviendo del rencor de  la guerra del guano y el salitre? La respuesta ha estado siempre en el mismo lugar, en la lectura. La lectura nos brinda el conocimiento que nuestra agitada vida y las redes sociales no nos brindan. Los libros están preñados de conocimiento y por ende de decisiones.  

Paulo Freire, trascendental educador brasileño, señalaba que la “educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”, es por eso que la alfabetización fuera tan importante para el máximo representante de la corriente crítica en Latinoamérica.  

El tema tratado es por cierto uno realmente extenso y la solución a su problema pasa por muchos actores y decisiones. La ley de libro y fomento a la lectura solucionara en poco el problema de los que no leen, dado que el factor económico es la séptima razón de los peruanos para no leer y representa tan solo el 5.4%.

Resulta curioso que muchos compañeros, profesionales y con grado de magister incluso, me pregunten ¿por qué compró tantos libros? Aquello agrava más la situación, dado que resulta atendible que quien no ha cursado estudios superiores no comprenda la importancia de leer, dado el problema del sector educativo, pero resulta gravísimo que un profesional no entienda la importancia de leer. Incluso los abogados, llamados a ser lectores asiduos, adolecen de este problema.

La solución al problema es sencilla y compleja a la vez. Primero, empiece a leer un libro. Tomé el que encuentra por ahí, el que le presten o el que siempre hubiera querido leer. Segundo, promueva en sus hijos la lectura. Acérquele los libros de su interés, acompáñelo en la lectura y aprendan juntos. 

Hace tan solo dos días mi hija mayor –de 4 años- me vio leyendo, como es usual, un libro. Me miró y me expresó: “cuando sea grande leeré tantos libros como tú”, “yo también leo muchos libros papá, leí la caperucita roja, ella entró a un bosque a ver a su abuelita (…)”. Su interrupción lleno de alegría mi día. Aquellos en los que a veces me detengo a pensar a quien dejare todos los libros que conservo, algunas veces he creído que, dado que nadie leé en el Perú, terminaran siendo vendidos por peso a algún cachinero de la ciudad o atiborrados en cajas y mas cajas, como alguna vez pretendieron hacer con los libros de Basadre, salvando las distancias. 

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