LA TRIBUTACIÓN EN EL PERÚ (PARTE I)

Hablar de tributación en el Perú es siempre complicado. La mayor parte de nuestros ciudadanos no entienden realmente de qué estamos hablando cuando hablamos de tributación; aún los técnicos -y especialistas- no entienden plenamente que es hablar de tributación. 
Los especialistas ven a los tributos como la base primordial de nuestra economía, y por ello su alta importancia y necesidad de incrementar su recaudación a como dé lugar. Los ciudadanos creen que los tributos deben desaparecer al ser elevados y ser el mal que aqueja sus vidas; su visión incluye un paradigma en el que solo ellos pagan impuestos y no los grandes empresarios. Estas dos posiciones son, sin duda, equivocadas.
Los profesionales, por lo menos en su mayoría, concluirán que el que está equivocado soy yo. Sostendrán que no tengo fundamento para decir lo que digo. Después de todo s,on grandes técnicos en tributación y tienen de su lado a los principios fundamentales de la tributación. Pero cabe preguntarles- no solo a ellos,ñ sino a todos los vinculados al ámbito tributario,  ¿Cuánto conocen de la historia del Perú? ¿De nuestra realidad nacional? ¿De nuestra cultura? y ¿De los problemas que aquejan a los peruanos?
Entre 1991-1992 se produjo en el Perú lo que conocemos como la refundación de la SUNAT. Aquella transformación fue liderado por el economista Manuel Estela Benavides, quien no solo lideró la refundación de una de las instituciones más importantes del país sino que, y como lo deja sentado en su artículo “El Perú y la Tributación” estableció las bases del cambio de la tributación en el Perú.
Estela no solo es economista, es un historiador. Es un hombre que aprendió del pasado para no repetirlo en el futuro, que soñó con la patria invisible de Basadre, pero -esta vez- representada en un mundo en donde todos los hombres crean en el bienestar general. Para Estela, quien es egoísta no puede hablar de bienestar general y tampoco de tributación.
Estela no ve a la tributación como cifras de crecimiento económico, la ve como el rompimiento de las desigualdades sociales, como la disminución de la pobreza, como equidad. Dejó escuela en muchos tributaristas del país, les imprimió la necesidad de comprender al Perú, al verdadero Perú; a ese país que no se representa en las cifras de las oficinas del MEF o en los planes de recaudación de la Administración Tributaria sino en el bienestar de los peruanos. Su pensamiento fue lamentablemente avasallado con el desarrollo del país, con el crecimiento de nuestros índices económicos y su concepto de bienestar general reemplazado por el de PBI.
El sueño de Estela quedó relegado y en su lugar llegó otra historia: la de la evolución del Tributo. La historia del Tributo en el mundo se encuentra llena de abusos, de sangre, de barbaries e ideas descabelladas que bien recuenta Daniel Diep Diep en su artículo “La Evolución del Tributo”, y que ha hecho a muchos creer que la tributación está en el poder del estado, en el “Leviatan” de Rousseau.
Como primera conclusión, creo que la tributación es un mal necesario. Es un mal porque se desarrolla bajo el imperio del  poder, de la fuerza y del castigo, porque a lo largo de su historia ha cobrado vidas y destruido hogares, pero es necesaria porque ha llevado al hombre al desarrollo en sociedad, a  su evolución, al crecimiento de sus estados. Es sin duda una historia compleja, por eso su difícil entendimiento, pero es importante retomar el tema de la tributación en el Perú.
Para muchos tratadistas no es posible hablar de tributos en el imperio incaico, al sustentar que no manejaron el concepto de “moneda”, piedra angular del tributo. Para ellos es preferible hablar de un sistema retributivo o de reciprocidad en el imperio incaico, en el que todos trabajaban por el bienestar general. Tremendo sistema que tuvieron los incas entonces. 
Felipe Guaman Poma de Ayala, en su libro “Nueva Crónica y Buen Gobierno”, no hace otra cosa que señalar que en el imperio incaico no había una sola persona que no trabajara, que no contribuyera al crecimiento del imperio y quien no lo hiciera era sometida al castigo del Inca. Esto lo confirma Fernando de Santilla, citado por Basadre, cuando refiere: “Y así por eso cada uno daba su tributo según los frutos de su provincia, y según su propio oficio, pues nadie tributaba de cosa que no la hubiese en su tierra ni que tuviesen necesidad de irla a buscar ni regatear a otra (…); y el que nada tenía que tributar, tributaba piojos en un canasto” (Basadre, La Multitud, la ciudad y el campo en la historia del Perú)


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