EL LECHO DE PROCUSTO:A PROPÓSITO DEL PROCEDIMIENTO DE FISCALIZACIÓN TRIBUTARIA

Publicado en diario «Sin fronteras» edición Tacna. 23/04/2019

Sin duda los griegos hallaron una respuesta a cada problema del hombre, de forma que, y pese al transcurrir de los siglos, sus mitos continúan vigentes en el mundo moderno, introduciéndose en todos los campos de la humanidad.
Este es el caso del mito que hace referencia al Lecho de Procusto. Aquel, en su versión más aceptada, nos refiere que Procusto: “era el apodo del mítico posadero de Eleusis, famosa ciudad de la antigua Grecia. Era hijo de Poseidón, el dios de los mares, y su estatura era gigantesca y su fuerza descomunal. Su verdadero nombre era Polipemon o Damastes, pero le apodaban Procusto, que significa "el estirador", por su peculiar sistema de hacerle amable la estancia a los huéspedes de su posada. Procusto les proponía una cama de hierro, y a quien no se ajustaba a ella, porque su estatura era mayor que el lecho, le aserraba los pies que sobresalían de la cama. Si el desdichado era de estatura más corta, le estiraba las piernas hasta que se ajustaran exactamente a la longitud del fatídico catre. Según algunas versiones de la leyenda, la cama estaba dotada de un mecanismo móvil por el que se alargaba o acortaba según el deseo del verdugo, con lo que nadie podía ajustarse exactamente a ella y, por lo tanto, el que caía en sus manos era sometido a la mutilación o el descoyuntamiento. Procusto terminó su malvada existencia de la misma manera que sus víctimas. Fue capturado por Teseo, que lo acostó en su camastro de hierro y le sometió a la misma tortura que tantas veces él había aplicado.”
El lecho de Procusto es la representación de la aplicación arbitraria de la norma, del sostenimiento de modelos mentales erróneos, de normas complejas que pretenden calzarse a hechos por demás diferentes, de sistemas en donde doctrina y norma no coinciden entre sí. El lecho es la distancia entre la verdad y lo que concebimos como verdad. Aquel juicio arbitrario no es ajeno a nuestro sistema tributario, a nuestra administración, a nuestros operadores tributarios.
Los contribuyentes, que soportan la carga tributaria, no dejan de señalar que las normas tributarias no son las adecuadas, que sus normas, lejos de acercarlos a la formalidad, los alejan, que el sistema es complicado por sí mismo. Por su parte, la Administración trata de acercarse a los contribuyentes orientándolos, pero sobre todo fiscalizándolos, aplicando normas tributarias que son elaboradas por todos, menos por los especialistas; fiscalizándolos sobre normas que saben no satisfacen cada uno de los sectores empresariales y sobre la base de una discrecionalidad que no es del todo discrecional.
El lecho de Procusto inunda las normas tributarias, los pasillos de la administración y la mente de sus operadores. Su presencia es temida por todos los contribuyentes, en especial por aquellos que habrán de probar la cama de Procusto, o mejor dicho, deberán pasar una fiscalización.
El procedimiento de fiscalización tributaria es aquel por el que la Administración Tributaria verifica el cumplimiento de las normas tributarias, de forma que, en el cumplimiento de tal labor - que incluye la inspección, investigación y el control del cumplimiento de obligaciones tributarias-, el auditor se convierte en esa suerte de gigante que somete a cada contribuyente al lecho legal, con el fin de saber si este calza a la perfección en la norma tributaria, en sus límites, formalidades, principios y normas especiales.
Parece ser, a simple vista, que los viajeros- contribuyentes- no suelen calzar en las medidas del lecho de Procusto. Esto porque nunca logran ajustar sus actos a las exigencias establecidas por la ley, por una concepción equivocada del fiscalizador, por la existencia de un modelo mental que establece que todos los contribuyentes son evasores, o por la suma de estos y mas factores. Tales premisas vienen causando la muerte (fracaso) de muchos empresarios y emprendedores peruanos.
La historia de Procusto nos dice que este acabo vencido en su propio lecho por el héroe griego Perseo, quien dio a beber al fuerte gigante algo de su propia medicina. De esta forma Perseo demostró que nadie es invencible, que todos pueden ser juzgados con sus mismas armas.
El procedimiento de fiscalización es un gigante que utiliza las leyes para juzgar a los contribuyentes. Es hora de que los contribuyentes utilicen esas mismas armas –las leyes- para vencer al gigante. Derechos fundamentales, principios administrativos y tributarios, resoluciones del Tribunal Constitucional y Fiscal están al servicio de los contribuyentes, es hora de que la igualdad de armas sea una constante en el procedimiento de fiscalización.

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